… de Martín Sosa Cameron

Martín Sosa Cameron, hijo de Emilio Sosa López, nos envía anécdotas de éste escritor cordobés.

En una, él discutía con una persona poco tolerante y muy obcecada, y cuando Sosa López con argumentos amables e irrefutables le demostró al otro su equivocación, ante el excesivo malhumor del interlocutor, Sosa López le dijo, «Bien… Ahora tranquilicémonos… Ya está… No sigo discutiendo con usted: jamás hay que tener tanta razón»… Era conocida su naturaleza conciliadora…

Otra, Sosa López había invitado a su amigo Jorge Luis Borges a dar una conferencia en Córdoba. Borges y él hablaban animadamente de temas personales; en un momento Borges se quejó de todo lo que debía soportar por el entorno familiar de su primer esposa… Sosa López le preguntó «Jorge, ¿tan incómodo está? Qué le gustaría hacer?», a lo que Borges le respondió «Irme de allí y volver con mi madre»; Sosa López le dijo, «Pero, Jorge, háblela ahora a su mamá y dígale que volverá con ella»; Borges lo tomó de un brazo, pues ya no veía, y le pidió que lo llevara hasta un teléfono; una vez que eso hicieron, Sosa López le discó los números, Borges
tomó el tubo y cuando fue atendido por doña Leonor, exclaEmilio Sosa López en los '40mó, muy contento, «¡Madre! Cuando vuelva de Córdoba me quedo con usted!»

 Emilio Sosa López en los 40’s


Martín Sosa Cameron: Nacido el 14 de julio de 1951 en Córdoba, capital, Argentina. Escritor, poeta, dramaturgo y editor. Casado, vive en Córdoba, Argentina.

Publicaciones: más de 200 trabajos literarios en diarios y revistas culturales de Argentina («LA GACETA», Tucumán; «LA PRENSA», Buenos Aires), Estados Unidos, España, Inglaterra. Becario del Fondo Nacional de las Artes. Enrique de Goycoechea, compositor asociado de la Bloomington University, Indiana, USA, musicalizó trabajos suyos, ganando el 1º premio por «Viajes interiores». Sus libros tienen críticas positivas en los principales suplementos literarios de Argentina, gran parte de ellos por miembros de la Academia Argentina de Letras – Libros publicados: INTERIOR DEL SUEÑO; POESÍAS DISPERSAS; PAR O NIMIAS (Poesía); ANTOLOGÍA DE LA POESÍA MODERNA DE CÓRDOBA – LOS HOMBRES DE HUMO (Cuentos); TEATRO (Tres obras: La vida perfecta; Laverdito; Celacanto); IMAGINERO DE CÓRDOBA (Antología narrativa); VIEJO Y ENFERMO IBA YO EN MI TRINEO (Cuentos, New York, USA); ¿ACASO EL ALMA NO ES IMPERSONAL? / LOS VIAJEROS (Teatro, New York, USA).

 Corresponsal para Sudamérica de «Boxing Illustrated», New York, USA; Editor de BoxRec.com; primer argentino y sudamericano Miembro de la IBRO (International Boxing Research Organization), el más importante centro de expertos en historia del boxeo del mundo[1].

Martín Sosa Cameron

Martín Sosa Cameron

 

 

 

 

[1] http://es.wikipedia.org/wiki/Usuario:Mart%C3%ADn_Sosa_Cameron

Emilio Sosa López

Emilio Sosa López El visionario 14 septiembre 1978 Joaquín Mortiz México DF

Emilio Sosa Lopez: Apuntes para una biografía

Por Marcela Benavides

 «Emilio Sosa López fue uno de los intelectuales más destacados de nuestro país y un creador de no común energía»; poeta, pensador y novelista, nació en Córdoba, Argentina, el 15 de enero de 1921, y murió en la misma ciudad el 29 de mayo de 1992.

«La obra de Sosa López merece sitio perdurable, por su intensidad y su fe»; Emilio Sosa López, es «‘El único escritor residente en el interior del país que publicaba en Sur y en La Nación, que periódicamente viajaba a Buenos Aires para codearse con Borges, Eduardo Mallea y Victoria Ocampo’, puntualiza Daniel Moyano».

Autor de numerosos libros publicados en Argentina, México y España, como poeta es «Tal vez el mejor entre los continuadores de la línea anglosajona -Eliot, Pound, en particular-, es decir, de una poesía de refinada elaboración intelectual, libresca, reflexiva, en la que el límite fonético del verso es dictado por el ritmo interior de la imagen y el poeta contempla el mundo desde una áurea imparcialidad»; «Algunos de los mayores poetas de este siglo han nacido en las provincias: (…) Sosa López en Córdoba»; entre sus volúmenes en verso podemos citar los siguientes: Cuadernos de poesía (Córdoba, 1948); Sentimiento de la criatura (Losada, Buenos Aires, 1950); Los encantamientos (Losada, 1954); La fábula (Losada, 1957); Por amor de la fiebre (Córdoba, 1962); Isla cercada (Losada, 1969); Máscaras (Losada, 1972); Encantamientos (1946-1983, Universidad Nacional de Córdoba); Cielo sin nadie (Universidad Nacional de Córdoba, 1985); Encantamientos (Mundi-Lerner, Córdoba, 1987); La hidra (Mundi-Lerner, 1990); posteriormente, junto con los poemas de Una playa sembrada de maderos (1989-1991), reunió su producción en ese género en la tercera edición de Encantamientos (Mundi-Lerner, 1991), volumen que consideró su definitiva obra poética, pero a la que hay que agregar la publicación póstuma de Últimos poemas (Mundi, 1993)[1].

El hombre sin rostro

El hombre sin rostro es un conocido visitante de los sueños. Aparece como un enigma en el centro de nuestra conciencia atribulada. No es un personaje común. Es un intermediario que sabe muy bien cuándo se requiere su asistencia. Viene siempre abriéndose paso por un sendero de resplandores azules. Hay como cristalitos en el aire y si los sentidos no están muy aturdidos por la expectación ante lo desconocido se puede percibir a su alrededor un olorcillo rancio.

El hombre sin rostro ni mira ni habla, pero escucha muy bien, se ve cuán concentrado y ensimismado anda. Es como el esquema de un hombre hueco por dentro que provoca, por eso mismo, escalofrío. Parece, además, el investigador de un crimen.

Viene por el sendero y uno lo encuentra sorpresivamente. A veces lo lleva a uno a una casa oscura o lo pasea por una ciudad deshabitada. Es cuando el sueño se asemeja a un cuadro de Chirico. Pero a mí me llevó esta vez a un tribunal donde todos los jueces, los escribientes y el público no tenían rostro. El acusado sí. Tenía rostro, pero no era yo.

Yo me senté en la primera fila y lo contemplaba de hito en hito, primero con asombro, luego con curiosidad, después con repugnancia, más tarde con piedad y, finalmente con molestia.

Al producirse el veredicto me instaron con gestos a que yo lo leyera en alta voz. En realidad, yo era el único que podía hacerlo. El papel traía las frases de rigor y la condena se expresaba de modo suscinto. Decía; “Se le borrará el rostro con una esponja”. Un ujier se levantó, mojó la esponja en un balde y le borró la cara. Los demás aplaudieron y yo me desperté temblando.

Emilio Sosa López
No. 111-112, Julio-Diciembre 1989
Tomo XVII – Año XXVI
Pág. 645

Legítima obsesión

 

El guardián permanece expectante ante el condenado del pabellón de la muerte. No debe descuidarlo un segundo durante la noche. Está en capilla. Van a ajusticiarlo al amanecer.

Los dos son formidables hipnotizadores y el guardián es el único que puede resistir y contrarrestar el embate a que lo somete el condenado con sus visiones y transfiguraciones fantasmagóricas.

Con los ojos fijos los dos se acometen. El mundo de lo alucinante parece al fin agotar sus recursos. Y siguen en pie las rejas, el guardián y la hora que aproxima la muerte.

Un endriago surge de repente en medio de un torbellino de fuego y golpea contra la frente del guardián. Pero el guardián como una roca permanece impasible.

A la hora del ajusticiamiento aparece el director de la prisión con su séquito de oficiantes y testigos. El reo se deja conducir mansamente a la cámara. Al entrar se produce una fugacísima confusión. Todos tienen la cara del director.

Pero la realidad es prontamente restituida por obra y gracia del guardián. Sientan al condenado en la silla. Lo ejecutan. Los testigos salen luego entre pesarosos y confusos. El director es colocado en el cajón de pino. Un poco más tarde el reo y el guardián se retiran de la cárcel.

Emilio Sosa López
No. 111-112, Julio-Diciembre 1989
Tomo XVII – Año XXVI
Pág. 598