Dos escaleras y un vértice

Primero te veo el torso, semidesnudo, envuelto en algo que parece el “top” de un leotardo. El rostro —tu rostro— no lo veo. Desciendes alejando tu vista de donde ni siquiera sospechas que te admiro. Pienso a la velocidad del deseo. Tu bajas, yo subo, los dos electrónicamente. Pero algo falla, las escaleras se juntan en un vértice que no es ni el tuyo ni el mío, ni mucho menos —ahora lo sé— el nuestro.

Un error de cálculo y ya no te miro. Me dan ganas de seguirte pero me llevas bastante ventaja. Y, además, me vería un poco raro subiendo para bajar inmediatamente.

Me pongo algo triste y pienso que si alguien me preguntara si esto es un cuento yo posiblemente respondería que no, que es tal vez sólo una pequeña desgracia entre las muchas de esta urbe.

Carlos Ramírez
No. 131, Octubre-Diciembre 1995
Tomo XXVI – Año XXXI
Pág. 101