Coartada

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Mi mundo es confuso, cambia de estación en estación, y no soy maestro del pensamiento. Hacer de mi vida una creación estética y artística es mi ley, mi magia y mi religión. Para lo demás soy un solitario y lo que más me interesa son los sueños nocturnos y mi trabajo. El trabajo me da dignidad, el trabajo me lava de todas las traiciones, de todas las porquerías y de todas las rutinas de la vida cotidiana. El trabajo es mi coartada. Y quizás, ante Dios y los hombres, es una coartada que da buen resultado.

Federico Fellini
No. 21, Marzo 1967
Tomo IV – Año III
Pág. 242

Bianchina

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Por Bianchina, tuve acceso sin tardar a ese Paraíso que todo hombre merece al menos una vez en su vida. De inmediato conocí el insomnio. Ese insomnio del que se quejan los enfermos, los viejos y los olvidados. Horas maravillosas de la noche, robadas al sueño, ese sepulturero aprovechador de claros de luna. Por Bianchina descubrí montones de cosas. Los beneficios de la impaciencia. La largura de los minutos. El perfume de una cabellera de niña tendida sobre la hierba en las horas del crepúsculo. El efecto milagroso de un nombre repetido al infinito. Bianchina, Bianchina, Bianchina… Las largas conversaciones tranquilizadoras con alguien que ya no está allí… A Bianchina le gustan los cuentos con locura. Descubrí con éxtasis que la vida es más real cuando se la cuenta que cuando se la sufre. Entonces yo contaba, contaba… Bianchina me escuchaba asombrada. Terminada mi historia, tenía que recomenzarla. Sin cambiar ni la más mínima palabra. Y el asombro de Bianchina seguía siendo el mismo. Comprendí, oscuramente todavía, que el amor que se siente hacia una mujer está en proporción directa con la cualidad de su asombro hacia nosotros. Y si la admiración mata al amor, porque viene del entendimiento, el asombro lo exacerba porque viene del alma.

Federico Fellini (Citado por José Luis de Villalonga)
No. 63, Febrero-Marzo 1974
Tomo X – Año IX
Pág. 365

Federico Fellini

Federico Fellini

FEDERICO FELLINI

Nació en Rimini en 1920. Hijo de Ida Barbani, ama de casa y Urbano Fellini, representante de comercio. Fue educado en un colegio católico y manifestó desde niño un enorme interés por el circo que le llevó una vez dejar el hogar. Fue un niño tranquilo al que le gustaba dibujar. A los 17 años publicó sus primeros dibujos. En su adolescencia viajó a Roma, vivió de realizar dibujos humorísticos y después se dedicó a escribir escenas cómicas para guiones de cine italiano. Esta tarea le ocupó aproximadamente una década (1940-50) y lo convirtió en colaborador de Roberto Rosellini.

En 1942 conoce a Giulietta Masina, al año siguiente contrae matrimonio con ella. Es padre en 1945, el hijo vive sólo dos semanas, muere de insuficiencia respiratoria.

En 1948 debuta como actor, con barba y pelo rubio, en el film El amor, dirigido por Rossellini.

Después comenzó a dirigir, siempre sobre guiones en los fue autor o co-autor.
Fellini siempre sigió sus propias aspiraciones, sus dictados interiores, sin atender las especulaciones sobre beneficios económicos.

Cuando «La Strada» se convirtió en un éxito internacional, ganando un premio Oscar, los productores le pidieron ansiosamente que rodara una continuación, alguna fantástica Gelsomina in bicicletta, que él se negó sin siquiera considerar.

Años despues tuvo problemas para financiar «La dolce vita», la que tuvo un éxito enorme sin que su director recibiera beneficio alguno.

En 1966 prepara la película El viaje de G.Mastorna, signada por dificultades y obstáculos de producción. Sufre un colapso en 1967 y renuncia al proyecto.

En 1972 dirige Amarcord, gana un Oscar como mejor film extranjero. Más tarde con «Casanova» debido a desencuentros con los productores, llegó a interrumpirse el rodaje, los costos superaban los presupuestos aprobados.

En 1978 dirige Ensayo de orquesta que suscita discusiones políticas. Con Ginger y Fred vuelve a trabajar con su mujer, Giulietta Masina.

En 1989 dirige su último film, La voz de la luna.

El 31 de Agosto de 1993, sufre un ataque cerebral y muere en el Hospital Policlínico de Roma[1].

El circo

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Aún hoy, el circo me trastorna y me aterroriza como cuando era niño. No puedo evitarme adivinar allí el esfuerzo desesperado que hace el hombre para organizar su propia vida. Todos los elementos de ésta se encuentran en él, tirados en montón, tan violentos, tan trágicos, tan tiernos. Todos sin excepción. La vida colectiva, por ejemplo. La más difícil que existe. Hecha de un trabajo de equipo, de éxitos personales, de fracasos, de celos, de fealdad y de belleza, de amor, de vergüenza, de rencores. Y la casa provisoria. Provisoria como sabemos que lo son —de allí nuestra angustia eterna— la mayoría de los verdaderos hogares. También se encuentra allí la gracia. Puesto que hay niños. Y el ritmo. Puesto que hay animales. Y el Miedo. Puesto que está el hombre. Y no olvidemos a la Muerte, siempre presente —como en todos los ritos, en todas las religiones—, en la paciente espera de sus víctimas inocentes o culpables.

Federico Fellini (citado por José Luis de Villalonga)
No. 62, Diciembre 1973 – Enero 1974
Tomo X – Año X