I
El cuento perfecto
“¿Habrán escrito ya el cuento perfecto?”, se preguntó el hombre ante un rimero de libros, Cortazar, Borges, Poe…, y propuso: “Si aún no lo han hecho, yo lo escribiré”. Pero otra duda acudió a su mente: “¿Cuál será la forma, el tema y el estilo que conformen el cuento perfecto?”. Tomó una hoja de papel y escribió: El cuento perfecto
II
Las infinitas posibilidades del cuento perfecto
Entró en la librería. Sobre un anaquel de incunables encontró un libro amarillento, apolillado, sin tapas. La página frontal rezaba: EL CUENTO PERFECTO y, abajo, el nombre del autor un tanto borrado por el tiempo como él mismo.
III
Apología de las infinitas posibilidades del cuento perfecto
Para evitar el vituperio de que LAS INFINITAS… son de una parquedad aberrante y absoluta, engendro de la incapacidad creadora del autor, el mismo sugiere algunos agregados que salven en extensión al texto:
Primus.- Que el protagonista ignore el libro, salga por donde entró y el lector conciba un desenlace de acuerdo a su ideología;
Secundus.- O que el protagonista se interesara en el dicho libro, lo llevara a su casa, lo ojeara, se diera cuenta que era una birria capital y a la basura;
Tertius.- En fin, que el protagonista lo leyera, reparara en la trascendencia del contenido e hiciera una exégesis fundamental del polimentado libro;
Quartus.- Et caetera.
Carlos Daniel Magaña Gracida
No. 80, Abril-Septiembre 1978
Tomo XII – Año XIII
Pág. 754