Los párpados narcóticos

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Bodhidarma, fundador del budismo zen, un día que estaba meditando, se durmió – es decir, volvió a caer, por inadvertencia, en el estado de conciencia habitual en la mayoría de los hombres-. Esta falta le pareció tan horrible que se cortó los párpados. Estos, según la leyenda, cayeron al suelo, y en seguida nació de ellos la primera planta de té. El té, que preserva del sueño, es la flor que simboliza el deseo de los sabios de mantenerse despiertos, y por esto se dice: “el gusto del té y el gusto del zen son parecidos”.

Pouwels y Bergier, en EL RETORNO DE LOS BRUJOS
No. 10, marzo-1965
Tomo II – Año I
Pág. 194

Satélite de los otros

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Varios sabios dignos de crédito opinan que el satélite de Marte, Phobos, es hueco. Se trataría de un asteroide artificial colocado en órbita alrededor de Marte por inteligencias exteriores a la Tierra. Tal era la conclusión a que llegaba un artículo de la seria revista DISCOVERY, de noviembre de 1959. Tal es también la hipótesis del profesor soviético Chatlavski, especialista en astronomía.

Louis Powels y Jacques Bergier, en EL RETORNO DE LOS BRUJOS
No. 10, Marzo-1965
Tomo II – Año I
Pág. 184

Jacques Bergier

Jacques Bergier

 

Jacques Bergier

 Yakov Mikhailovich Berger

(Odesa, 8 de agosto de 1912 – París, 23 de noviembre de 1978)

 Fue un ingeniero químico, alquimista, espía, periodista, y escritor francés de origen ruso. Es autor de obras como El retorno de los brujos, Guerra Secreta bajo los Océanos, Extraterrestres en la Historia, El planeta de las posibilidades imposibles (junto a Louis Pauwels), L’ Homme eternel (ediciones Gallimard, Francia) o La Guerra Secreta del Petróleo entre otras muchas.

En su Les livres maudits (editorial J’ ai Lu, París, 1971), traducida al español como Los libros condenados (Plaza & Janés, 1973), propone una interesante y casi horripilante hipótesis: el autor del Manuscrito Voynich poseía conocimientos extraordinariamente avanzados y demasiado peligrosos para el mundo moderno, por ejemplo el secreto de las estrellas novas, por lo cual los ocultó para evitar nuestra propia autodestrucción.

No hay pruebas de tales conocimientos avanzadísimos en el manuscrito, salvo algunos diseños «astronómicos» (por ejemplo estrellas que parecen «explotar» en los folios 68 recto y 69 vuelto, aunque pueden representar cualquier otra cosa): de todos modos es altamente improbable que Voynich en 1912, por no mencionar al dúo mágico-alquimista Dee-Kelley (hacia 1585) o incluso el propio Roger Bacon supiese qué es la energía nuclear, cómo manipularla o liberarla de modo artificial…

Debido a su fama de «sabio despistado» fue incluido por el dibujante belga Hergé (Georges Rémi) en una de las aventuras de Tintín, concretamente la titulada «Vuelo 714 a Sidney»[1].

¿Hiroshima hebrea?

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Según el profesor Agrest —que no vacilaba, en dicho estudio, en plantear hipótesis tan fabulosas, mostrando así que la ciencia… puede y debe abrirse a la imaginación creadora, a las suposiciones atrevidas—, la destrucción de Sodoma y Gomorra pudo deberse a una explosión termonuclear provocada por viajeros del espacio, ya fuese deliberadamente, ya a consecuencia de una destrucción necesaria de sus depósitos de energía antes de su partida hacia el cosmos. En los manuscritos del Mar Muerto se lee lo siguiente:

“Se elevó una columna de humo y de polvo, parecida a una columna de humo que brotase del corazón de la tierra. Vertió una lluvia de azufre y de fuego sobre Sodoma y Gomorra y destruyó la ciudad, el llano entero, todos los habitantes y la vegetación… Las gentes fueron avisadas para que abandonaran el lugar de la fabulosa explosión; de que no se detuvieran en lugares descubiertos, de que no contemplaran la explosión y de que se ocultaran bajo tierra… Los fugitivos que se volvieron fueron cegados y murieron.”

Pouwels y Bergier, en EL RETORNO DE LOS BRUJOS
No. 11, Abril 1965
Tomo II – Año I
Pág. 222