Estaba esperando el autobús y para entretener el tiempo leía un libro. Cuando alcé la vista ante mí pasaba un barco.
Desde que descubrí que puedo atravesar los espejos m
e siento más seguro. Siempre llevo uno en el bolsillo. Ahora lo utilizo para pasar en el otro lado las horas del sueño. Cuando tengo una dificultad también me evado a su través. Me siento ligero como un pájaro y no necesito ducharme para tener la sensación de que estoy limpio.
A. F. Molina
No. 132, Enero – Marzo 1996
Tomo XXVI – Año XXXII
Pág. 117