Espejos opacos

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En el sur de Francia, existe una ciudad en la que los espejos tienen la particularidad de no reflejar nada, al menos durante la mayor parte del tiempo. El día en que cualquier habitante de esta ciudad llega a verse reflejado sobre la opaca superficie de estos espejos: muere.

Fernando Ruiz Granados
No. 121-122, Enero-Julio 1992
Tomo XXI – Año XXVIII
Pág. 79

El Andrac

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Nadie sabe desde cuando el Andrac existe. Una leyenda antigua habla de él y refiere, si no su origen, que acaso nadie conoció, si la sospecha terrible de que nos sobrevivirá cuando todo haya terminado. El Andrac es difícil de reconocer ya que visto de lejos parece un perro.

De día se le puede llegar a encontrar echado, durmiendo en algún rincón de cualquier calle, pero su aire de familiaridad, de bestia doméstica e inofensiva le hace permanecer inadvertido. Por las noches cuando despierta, se levanta y con pasos cortos echa a andar en busca de las calles más desiertas.

Fernando Ruiz Granados
No. 123-124, Julio-Diciembre 1992
Tomo XXI – Año XXIX
Pág. 282

La ventana de enfrente

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Es de noche y en el último piso de un hotel un hombre mira desde la ventana de su cuarto. De pronto advierte que en el edificio de enfrente otra habitación se encuentra iluminada y que alguien lo observa detenidamente. Va hacia la cómoda y extrae del cajón un revólver con el que regresa a la ventana, apunta y un disparo estremece la noche al tiempo que un cuerpo cae sobre el suelo, con una pistola sin disparar en la mano.

Fernando Ruiz Granados
No. 123-124, Julio-Diciembre 1992
Tomo XXI – Año XXIX
Pág. 251

El sobreviviente

Yo fui el único en advertirlo, y a pesar de haber luchado tanto por enterar a cuanta gente encontraba, nadie quiso creerme. La mayoría se reía de mí y, quien más, continuaba su camino sin siquiera escucharme. Dijeron que el cielo no tenía nada de particular, que mi idea sobre la masa de smog era absurda y cuando vieron caer la piedra: fue demasiado tarde

Fernando Ruiz Granados
No. 105-106, Enero-Junio 1988
Tomo XVII – Año XXIII
Pág. 128

El árbol sagrado

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Reza una antigua leyenda de oriente, que todos los árboles de bosques, plazas, selvas y jardines, no son sino brotes de las raíces milenarias de un solo árbol; del “Árbol Sagrado” que fue sembrado por los dioses. Finalmente, esta leyenda pre-dice: cuando se acerque la hora del fin, un hombre habrá de talarlo.

Fernando Ruiz Granados
No. 128, Enero-Marzo 1995
Tomo XXIV – Año XXXI
Pág. 123

Suicidio

Adelina se asomó a la calle desde la azotea y vio los autos circulando por la vena de cemento de la avenida principal. Se paró en la cornisa del edificio y caminó haciendo equilibrio con los brazos. El viento hacía ondular su vestido y lo ceñía contra su vientre abultado. Volvió a mirar hacia abajo y se dio cuenta de que una multitud la miraba expectante. Imaginó la angustia de sus rostros, sus respiraciones contenidas por el terror. Luego, saltó al vacío. En la caída todavía pudo ver los pisos del altísimo edificio pasando vertiginosamente. Después, se despedazó contra el pavimento. En ese momento estallaron los aplausos.

Fernando Ruiz Granados
No. 127, Enero – Junio 1994
Tomo XXIII – Año XXX
Pág. 82

Suicidio

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Adelina se asomó a la calle desde la azotea, y vio los autos circulando por la vena de cemento de la avenida principal. Se paró en la cornisa del edificio y caminó haciendo equilibrio con los brazos. El viento hacía ondular su vestido y lo ceñía contra su vientre abultado. Volvió a mirar hacia abajo y se dio cuenta de que una multitud la miraba expectante. Imaginó la angustia de sus rostros, sus respiraciones contenidas por el terror. Luego, saltó al vacío. En la caída todavía pudo ver los pisos del altísimo edificio pasando vertiginosamente. Después, se despedazó contra el pavimento. En ese momento estallaron los aplausos.

Fernando Ruiz Granados
No. 119-120, Julio-Diciembre 1991
Tomo XX – Año XXVIII
Pág. 415

Un animal extraño

Sin embargo te digo que es cierto, me contaba Omniscentus, el pobre ciego de la esquina, antes de que sus blancos ojos de estatua dieran lugar a esas dos alegres y encarnadas oquedades. Hay cosas que siendo una pueden ser muchas. En ese momento ya no lo veía, pero sé que su voz enronqueció al continuar diciendo: “Como ese espeluznante animal que es gato y araña, esa horrible creatura de pelos, de patas, y de ojos que acecha a las niñas por las noches”. Yo me estremecí con sus palabras, fue como si adivinara la naturaleza de este animal extraño que todos confunden con un paraguas, y que se bambolea nervioso sobre mi cabeza cuando recorremos las calles tras los ciegos.

Fernando Ruiz Granados
No. 100, Septiembre-Diciembre 1986
Tomo XV – Año XXII
Pág. 634

Fernando Ruiz Granados

Fernando Ruiz Granados nació en la ciudad de México en 1958.  Al cumplir 17 años llegó a radicar a Xalapa Veracruz,  México. Ciudad en la cual tuvo lugar su formación cultural y académica. Es ahí donde lleva realizando su gran labor literaria, la cual consta de; Narrativa y Poesía. (Después de haber obtenido el diploma de Licenciado en Letras Españolas en la Universidad Veracruzana). “He tenido una fortuna inaudita en las letras.” –confiesa- Y su agradecimiento es irrebatiblemente justificado. Sus textos han sido publicados en más de once países de habla hispana, a la vez que han sido traducidos y difundidos en más de cinco idiomas.

Sus innumerables obras han sido publicadas por editoriales nacionales e internacionales. Le rituel du vautour. Col. L´Harmattan, Ediciones Noel Blandin, París, 1991. Poemas de Brindisi. Fondo Editorial Tierra Adentro, Conaculta, 1992. Mundo en resurrección. Col. El Ala del Tigre, UNAM, 1999. Desierto. Col. Literatura, Secretaría de Educación y Cultura, 1998. De Brindisi. Fondo Editorial Tierra Adentro, CONACULTA, 1992. Sólo por enumerar unos cuantos de los más de 15 poemarios y libros en prosa que integran su obra literaria.

Sus trabajos lo han hecho merecedor de más de 29 premios nacionales e internacionales.   Estos le han sido otorgados por grandes autores. Premio Nacional de Poesía Ramón López Velarde, 1990 (Alí Chumacero)  Premio Nacional de Poesía Jorge Cuesta, 2004 (Sergio Pitol)  Premio Latinoamericano de Poesía Plural, (Homero Aridjis) Premio Internacional de Poesía Salvador Díaz Mirón, (Hugo Gutierrez Vega)  La lista es larga para transcribirla toda.

Su vastísima labor cultural lo ha llevado a ser colaborador en ediciones literarias, fundador de publicaciones, director de certámenes literarios, y figura central en incontables eventos encaminados a propagar el arte del buen escribir.[1]

El faquir

Aún hoy, no consigo comprenderlo, el faquir no hizo otra cosa que pasar por sobre su cabeza el filoso alfanje para caer desmadejado como una marioneta sin hilos sobre el centro de la pista. Al principio, pensamos que su desvanecimiento era parte del espectáculo pero, cuando su inmovilidad se prolongó de manera exasperante, el público se levantó  de sus asientos, y miró con desconcierto el inerte cuerpo del faquir. Una ola de murmullos se abatió sobre mí, sumiéndome en la confusión, hasta que los gritos de alguien pidiendo un médico me hicieron salir de mi estupor. Me abrí paso entre la gente y revisé al faquir, nada se podía hacer: estaba muerto. Mientras las últimas personas  que quedaban en la carpa terminaban de salir, llegó una ambulancia y se llevaron el cuerpo. Yo quedé en el centro de la pista, conmocionado, me parecía absurdo que un hombre pudiera morir así, tan de repente, y esa oscura y común posibilidad me estremecía. Aturdido, pensé que lo mejor sería abandonar aquel lugar. Estaba por salir, cuando advertí que el alfanje con el que realizara su acto el faquir, había quedado en el suelo, junto a mis pies. Me incliné para recogerlo y observé cuidadosamente su sinuosa hoja, pasé despacio mis dedos sobre su filo y un estremecimiento me asaltó. No podía verla, pero esa maraña de hilos invisibles estaba ahí, enredándose entre mis manos ensangrentadas.

Fernando Ruiz Granados
No. 96, Enero-Febrero 1986
Tomo XV – Año XXI
Pág. 175