El vagón del tren


Un hombre encontró la puerta del vagón cerrada. La abrió, pasó y la cerró tras sí.
Otro hombre encontró la puerta de vagón abierta. Pasó y la cerró tras sí.
Un tercer hombre encontró la puerta del vagón cerrada. La abrió, pasó y la dejó abierta tras sí.
No sabían esos tres hombres que ése era el examen que les estaba tomando Dios para el día del juicio final.
El primero se sacó una mala nota por no haber cambiado nada a su paso, y Dios le dio como castigo morirse mientras estuviera distraído.
La nota del segundo fue mejor, y Dios le dio como recompensa consagrar toda su devota vida al cuidado de su madre paralítica.
La suerte que Dios reservó para el tercero fue la de violar a cuanta mujer se le pusiera a tiro. A ellas al principio no les gustaba y pedían socorro, pero cuando él empezaba se quedaban calladas y no protestaban más.

Rubén Massera (en Crisis)
No 70, Julio-Diciembre 1975
Tomo XI – Año XI
Pág. 380