Hemorragia

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—¡Córtame por favor este hilo!

Y la esposa fue con las tijeras y se lo cortó.

Pero aquella noche no hubo recepción ni nada que se le pareciera, puesto que el farmacéutico primero, el doctor después y, por fin, el sastre, no acertaron a contener la espantosa hemorragia.

Francisco Tario
No. 17, Octubre 1966
Tomo III – Año III
Pág. 340

El autor

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Temporada 1950.

Cae el telón en el quinto acto:

“El burgués ennoblecido”. La sala, atiborrada de público, se estremece con los aplausos. Es un clamor, semejante a una tormenta. Los actores, hasta los más humildes, se deshacen en genuflexiones. De pronto, suena un grito en galería:

—¡El autor! ¡El autor a escena!

Aparece Moliere, sudoroso y enrojecido, y los aplausos se redoblan.

Francisco Tario, en Tapioca Inn
No. 15, Septiembre- Octubre 1965
Tomo III – Año II
Pág. 151

No interesaban

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—Caminemos un poco —indicó.

—Caminemos, si a usted le parece —consintió el otro.

Y los dos amigos echaron a andar reposadamente sobre las opulentas y salobres aguas del Caribe.

Seiscientos metros más abajo caminaban también otros que habían naufragado en Escocia. Mas su lenguaje no era interesante.

Francisco Tario
No. 23, Mayo 1967
Tomo IV – Año III
Pág. 404

La histérica

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A pleno día.

El psiquiatra: —Desnúdese.

La histérica: —¡Imposible!

El psiquiatra: —me desnudaré yo, entonces.

La histérica: —Como usted guste.

(El psiquiatra se desnuda).

El psiquiatra: —¿Ve usted qué sencillo?

La histérica: —¡Asombroso! Probaré yo a hacerlo.

(Se desnuda. Suena el teléfono).

El psiquiatra: —Sí, señor, inmediatamente. (A la paciente) Le habla su marido.

(La histérica toma el audífono).

La histérica: —¿Eres tú queridito?

La voz lejana: —Soy yo, ¿no te da vergüenza?

(La histérica se mira).

—¿Ni siquiera pensaste en los niños?

(pausa)

—Y por si fuera poco, ¿no sientes frío?

La histérica: —Perdóname; no siento frío. ¿Me perdonas?

La voz lejana (tras un silencio): —Está bien, te perdono, ¡Que no vuelva a repetirse!

(La histérica deja el audífono y se vuelve. Da un grito, cubriéndose. Está en una zapatería).

 

Francisco Tario
No. 22, Abril 1967
Tomo IV – Año III
Pág. 288

El autor

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Temporada 1950

Cae el telón en el quinto acto: “El burgués ennoblecido”. La sala atiborrada de público, se estremece con los aplausos. Es un clamor, semejante a una tormenta. Los actores, hasta los más humildes, se deshacen en genuflexiones. De pronto, suena un grito de galería:

—¡El autor! ¡El autor a escena!

Aparece Moliere, sudoroso y enrojecido, y los aplausos se redoblan.

Francisco Tario
No. 143-145, Abril-Diciembre 1999
Tomo XXX – Año XXXV
Pág. 83

El robo

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El sueño en sí tuvo poco de singular, desde luego: que le robaban unos prismáticos, el traje de jugar golf y la boquilla de ámbar. Lo que sí ofrece ya cierto interés es que al recorrer la casa, a la mañana siguiente, pudo comprobar con desconsuelo que en efecto se los habían robado.

Francisco Tario
No. 143-145, Abril-Diciembre 1999
Tomo XXX – Año XXXV
Pág. 26

Cordelia

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Sintió pasos en la noche y se incorporó con sobresalto.

—¿Eres tú, Cordelia – dijo

Y luego:

—¿Eres tú? Responde.

—Sí, soy yo –le replicó ella desde el fondo del pasillo.

Entonces se durmió. Pero a la mañana siguiente habló con su mujer que se llama Carla y con su sirviente que se llamaba Eustolia

Francisco Tario
No. 16, 1965
Tomo III – Año II
Pág. 266

El robo

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El sueño en si tuvo poco de singular, desde luego, que le robaban unos prismáticos, el traje de jugar golf y la boquilla de ámbar. Lo que sí ofrece ya cierto interés es que al recorrer la casa, a la mañana siguiente, pudo comprobar con desconsuelo que en efecto se los habían robado

Francisco Tario en TAPPIOCA INN
No. 14, Año 1965
Tomo III – Año II
Pág. 64

El botón

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El botón le saltó del chaleco, rodó un buen trecho por el pasillo, descendió las escaleras, atravesó el vestíbulo y se perdió en la calle.

Por aquél botón supo la policía que el asesino se burlaba espantosamente de ellos.

Francisco Tario
No. 51, Enero – Febrero 1972
Tomo VIII – Año VIII
Pág. 691

Francisco Tario
No. 100, Septiembre-Diciembre 1986
Tomo XV – Año XXII
Pág. 742

De La


—Quiero un piano —dijo, pestañeando nerviosamente— en el que de ser posible todas sus notas sean la.

El propietario del establecimiento, hombre prematuramente envejecido, reflexionó unos segundos, hizo unos apuntes breves y, volviéndose hacia el cliente que aguardaba, repuso:

—Lo siento mucho, caballero. Ya no nos queda más que de fa.

Francisco Tario
No. 99, Julio-Agosto 1986
Tomo XV – Año XXII
Pág. 532

Poco singular


El sueño en sí tuvo poco de singular, desde luego: que le robaban unos prismáticos, el traje de jugar golf y la boquilla de ámbar. Lo que sí ofrece ya cierto interés es que al recorrer la casa, a la mañana siguiente, pudo comprobar con desconsuelo que en efecto se los habían robado

Francisco Tario
No. 99, Julio-Agosto 1986
Tomo XV – Año XXII
Pág. 517

Altura


Era repulsivo y extraño a la vez aquel insignificante niño de un centímetro de altura. Y tan afligida, la madre. Más a razón de un centímetro por mes, la criatura fue desarrollándose. A la mayoría de edad su longitud era respetable. Cuando falleció, sin cumplir los ochenta años, medía exactamente nueve metros setenta. Que Dios lo haya perdonado.

Francisco Tario
No. 100, Septiembre-Diciembre 1986
Tomo XV – Año XXII
Pág. 675

Francisco Tario

Francisco Tario

Escritor mexicano, seudónimo de Francisco Peláez (1911 – 1977), nació enla Ciudad de México, y murió en Madrid, España. Tario es considerado como un autor «marginal» por no haber formado parte de ninguna corriente literaria ni haberse integrado a grupo literario alguno, y por ser desconocido durante muchos años. Cultivó el cuento, la novela y el teatro. A menudo es comparado con Rulfo por el mundo personal que se inventó para sus escritos, y por las características de sus personajes, los cuales, no obstante, tienen su propia originalidad, y sus temas abarcan la limitación sensorial del hombre para percibir la vastedad del mundo que lo rodea, pero sin perder de vista el sentido del humor, de lo insólito y lo extravagante, que lo alejan del tradicionalismo de otros autores, razón por la que es considerado precursor dentro de la narrativa fantástica mexicana.

Este autor le daba el habla a objetos y animales para contar desde su punto de vista como veían al hombre.

Individuo de intereses diversos (fue portero de futbol semiprofesional, astrónomo y pianista), publicó la novelas Aquí abajo (1943) y el libro de cuentos La noche del féretro y otros cuentos de la noche (1943),Tapioca Inn: mansión para fantasmas (1952) y Una violeta de más (1968), entre otros. De forma póstuma fueron editadas su novela Jardín secreto (1993) y las piezas teatrales de El caballo asesinado (1988). Su obra cuentística completa se halla en Francisco Tario, cuentos completos (2 volúmenes, 2002).La noche del Perro[1].