—Señor, el crepúsculo —anunciaba puntual a la tarde la doncella, entrando en el salón de Mr. Ruskin, algún tiempo después de consumido el té.
Y entonces Mr. Ruskin iba al jardín.
Luis Cernuda
Número 129 – 130, Abril-Septiembre 1995
Tomo XXV – Año XXXI
Pág. 29