Parche

123-124 top
El puente gigantesco unía por fin las márgenes del ancho río pero, fuera por error de diseño, fuera por agotamiento de presupuesto, el puente carecía de parapeto.

Aun así, las autoridades lo inauguraron con discursos, pompa y champaña. Luego, dispusieron un servicio de boteros para socorro de los que cayeran al agua.

Martha Nos
No. 123-124, Julio-Diciembre 1992
Tomo XXI – Año XXIX
Pág. 237

Erosión

126 top
El objeto era, en sí mismo, una amenaza. Pero la maldición caería sobre todos si alguien osaba destruirlo. Así que decidieron acariciarlo.
Lo acariciaron sin pausa, con esmero. Lo pasaron de mano en mano, y volvieron a acariciarlo, una y otra vez, día y noche, noche y día.
Hasta que se gastó.

Marta Nos
No. 126, Abril-Julio 1993
Tomo XXII – Año XXIX
Pág. 151

Muso inspirador

119-120 top
El Dr. J. F. debió renunciar a su cargo de asesor legal en el Congreso cuando su esposa Carla escribió, detalló y hasta editó, con pelos y señales, las palizas que antaño él le propinara.

El grueso volumen fue best-seller, y Carla empezó a pucherear como Dios manda.

El Dr. J. F. no pudo desde entonces conseguir digno trabajo. Pero en cambio ganó un juicio imposible sobre estímulo creativo y propiedad de textos.

Ahora comparte con Carla los derechos de autor.

Marta Nos
No. 119-120, Julio-Diciembre 1991
Tomo XX – Año XXVIII
Pág. 385

Destiempo

Espejito espejito —dice, y trata de fijar le perfección joven de su rostro en el espejo.
Espejito espejito —insiste años más tarde, pero el espejo aún no sabe congelar la forma.
Espejito espejito —repite tenaz.
Cuando el espejo aprende, solo alcanza a grabar unos pocos dientes y una mueca,

Marta Nos
No. 99, Julio-Agosto 1986
Tomo XV – Año XXII
Pág. 478

Marta Nos


Marta Nos.

 Nació frente al parque Lezama y creció en el Gran Buenos Aires. Desde chica fue muy inventona, y le gustaba secretar verdades y mentiras con sus compañeras. Dibujó, pintó y escribió mucho. También jugó mucho. Pero más con animales que con muñecas, que son medio zonzas y no tienen gustos propios como los gatos, las gallinas o los escarabajos.
Desde hace algunos años Marta nos goza y travesea escribiendo cuentos y rimas para gente menuda. 
Vive entre un montón de plantas y la pasa muy bien en la compañía de Quark, su gata gordísima, de Lenca, su gatita siamesa y de Cinturón Negro, su tortugo. Con quien no la pasa aún bien es con Penélope, su computadora rebelde.
Le encanta recibir cartas y dibujos de sus lectores.[1]

Consumo no convencional de tabaco

La acerca a un foco: quiere verla mejor. Luego enciende un cigarrillo, se permite una bocanada de humo y sacude las cenizas. Entonces presiona la brasa redonda contra la mejilla de la mujer, contra los labios, contra el cuello. Poco a poco  recupera su odio. Después es el escote, y los pies, el pliegue interno del codo, los párpados, hasta aplastar el cigarrillo, hasta deshacerlo. Reconoce el olor. No es la primera vez que quema una foto de ella.

Marta Nos
No. 97, Marzo-Abril 1986
Tomo XV – Año XXI
Pág. 273