La vida no vale nada o sin mis millones pa’qué la quiero

Las dos otra vez; había llegado la hora de la salida y, con ella, el único acontecimiento que se repetía día a día con impresionante fidelidad en su vida: tomar el saco y la bolsa del viejo perchero de la oficina, salir a la calle, llegar al puesto de pronósticos de la esquina, sacar el peso del bolsillo y decir. “Mi tris, por favor” —“¿El mismo número de siempre señorita?— “Sí, el mismo”.

Así, tomó el saco y la bolsa del viejo perchero de la oficina, salió a la calle y, antes de llegar a la esquina, encontró a un viejo y querido amigo que le invitó un café.

La emoción de encontrarlo fue tan grande que se olvidó, por primera vez en cuatro largos años, de su constante esperanza de ganar.

Al día siguiente llegó al puesto. “Hasta que se le hizo, seño, ayer salió su número, y con bolsa acumulada. ¡Ciento cincuenta millones! Pero… ¡qué hace!… No. No puede atravesar ahora. ¡Señoooo! ¡Noooo!

Martha Elba de Lara Cardona
No. 135, Abril-Junio 1997
Tomo XXIX – Año XXXIII
Pág. 83