Tomás Lizárraga

136-137 top

Como si fueras un trozo de arcilla sobre un caballete, mis manos alisan la textura de tu piel, y mis piernas saturadas de ti, se mecen, despreocupadas de los verdugones que han quedado como testimonio sobre tu cuerpo.

A modo de desquite, con todas las ganas me besas, bañándome los senos de una saliva espesa como tu coraje.

Los pasos habían anunciado tu presencia y al entrar vi tu cara perfectamente triste; aventando la chamarra en no sé qué lugar acomodaste de golpe tus nalgas en la dureza del catre, y luego tus manos cubrieron la cascada de llanto.

Abrazados lloramos por tu fuga (aparecieron el amor y el hijo sin nacer), qué importancia tiene ya la leyenda de tu nombre Tomy Liz como te llama en la canción Toncho Pilatos, si en lugar de la cita sentiste una oquedad que se acurrucó en tu vientre, el asco que trepaba hasta la lengua, Emilio murió me dices, lo descuartizaron, de lejos dolía más, los sollozos que tímidamente me pedían ayuda se ahogaron entre mis mordiscos, entre la patraña cariñosa de mis uñas, entre la humedad salada que no podías contener ni con mi cuerpo.

La flacidez se refugió en tu carne y a ratitos los espacios de silencio describían en tu rostro el color de la sangre que lamía la banqueta a la coladera y luego la huida, para venir y refugiarte en este cuartito de adobes con olor a petróleo quemado.
El sueño se te enreda en la cabeza, te digo gaviota, dulzura, perro, lince, amor y te acaricio como si fueses un trozo de arcilla en forma de gatito sobre un caballete, remodelando la textura de tus pelos.

Martha Aurora Espinoza
Número 136 – 137, julio-diciembre 1997
Tomo XXIX – Año XXXIII
Pág. 68