Umbral

103-104 top
En las mañanas que más recuerdo, sentada en el umbral de la casa, con el gato, pesado y caliente en mi falda, acariciaba sin cansancio ni apuro el pelo grisáceo y oía el ronroneo satisfecho que formaba su respiración: cuidaba así la herencia que mi padre me había dejado con tantas recomendaciones. Ni siquiera levantaba los ojos cuando reconocía tus pasos, a los que nunca confundí con los de los otros, tus pasos, desde que ibas a la escuela y regresabas, al mediodía, siempre por la vereda de la casa, sin las costumbres torpes de los demás muchachos. No te detenías a olerme, ni me maldecías, ni me tirabas piedras. Sólo una vez te detuviste, una sola, acercándote con cuidado, para escupir sobre mi cabeza agachada, sobre mi atención fija en tus piernas, lo único que conozco de tu persona.

Por el recuerdo de aquella vez me animo a decirte que los años me han manoseado, que ya no soy la muchacha, ni la mujer, ni la vieja, sino una gata sarnosa, estirada en el umbral de la casa, que me fija con zurda lealtad de espejo.

Juan Carlos Ghiano
No. 103 – 104, Julio – Diciembre 1987
Tomo XVI – Año XXIII
Pág. 274

Juan Carlos Ghiano

Juan Carlos Ghiano

Juan Carlos Ghiano

“Cuentista notable, poeta y autor teatral que renovó con señalada calidad dos viejas modalidades de los escenarios porteños: el sainete y el grotesco. Esa inteligente práctica de los más diversos géneros y su prestigio como crítico y estudioso, armonizaban con su personalidad, frecuentemente salpicada por un humor cortante y una cáustica ironía. Obras como Narcisa Garay, mujer para llorar (1959) que obtuvo durante años el favor de los públicos, mostraron al autor ricamente dotado para el género teatral”.

   Juan Carlos Ghiano nació en Nogoyá (E.R.) el 27 de Noviembre de 1920 y falleció en Buenos Aires el 6 de Septiembre de 1990.

Autor de obras narrativas, poéticas y dramáticas, que intentamos citar, en su mayoría, pues los escasos trabajos biográficos existentes apenas transcriben algunos títulos: “Extraños Huéspedes” (1947), “Cervantes Novelista” (1948), “Lugones y el Lenguaje” (1948), “Temas y Aptitudes” (1949), “Historia de Finados y Traidores” (1949), “Puerta al Río” (1950), “José Martí” (1952), “Constantes de la Literatura Argentina” (1953), “La Casa de los Montoya” (1954), “Memorias de la Tierra Escarlata” (1954), “Lugones Escritor: notas para un análisis estilístico” (1955), “Testimonio de la Novela Argentina” (1956), “Poesía Argentina del Siglo XX” (1957), “La Mano del Ausente” (1960), “La Novela Argentina Contemporánea 1940-1960” (1960), “26 Poetas Argentinos: 1810-1920” (1960), “Introducción a Ricardo Güiraldes” (1961) “La Moreira – drama en tres actos” (1962), “Ricardo Güiraldes” (1966), “Antiyer – tragicomedia en dos actos” (1966), “Corazón de Tango – tragicomedia en tres actos” (1966), “Análisis de La Guerra Gaucha” (1967), “Análisis de las Silvas Americanas de Bello” (1967) “Los Testigos” (1967), “Rubén Darío” (1967), “Análisis de La Gloria de Don Ramiro” (1968), “El Matadero de Echeverría y el Costumbrismo” (1968), “Ceremonias de la Soledad” (1968), “Días en el Pueblo: historias y noticias” (1968), “Análisis de Cantos de Vida y Esperanza” (1968), “Análisis de Prosas Profanas” (1968), “De Traidores y Finados” (1970), “La Gula” (1970) “Actor del Miedo” (1971), “Los Géneros Literarios: principios griegos de su problemática” (1971), “La Renguera del Perro” (1973), “Unos Cuantos Cuentos” (1977), “Tres Tragicomedias Porteñas: Narcisa Garay, mujer para llorar; Antiyer y Corazón de Tango” (1977), “Relecturas Argentinas de José Hernández a Alberto Girri” (1978), “Vividuras o Libro de Muchas Advertencias y Algunas Incertidumbres” (1981), “Noticias más o menos sociales” (1981), “Los Rostros Nativos” (1982), “Hace mucho y Apenas” (1982), “Aunque es de noche” (1983), “Páginas de Juan Carlos Ghiano seleccionadas por su autor” (1984) y “Aquí están Juntos”[1]

Carámbanos

105-106 top

Avanza con paso liviano sobre las baldosas ajedrezadas, donde los pies van eligiendo los cuadrados blancos, con una tranquilidad ajena a la agitación de las manos, que luchan con el aire demasiado cálido. Como su avance se demora, me adelantó a recibirla, atento a los harapos del vestido, manchados por extensiones de moho, la cara carcomida donde unas huellas sombrías marcan el lugar en que se han hundido los ojos, el pelo casi desvanecido, bajo el brillo de una forma transparente. Para aproximarse más debo superar el olor de desintegración que la rodea, como una aureola, más densa que el fulgor de su corona. Cerca de lo que fue su cara y para no mirarla en su desgarrada miseria levantó los ojos, hasta el esplendor vacilante, descubriendo la precariedad del hielo, una materia que se lleva bien con las devastaciones del vestido, que alguna vez fue blanco, con las manos, en las cuales quedan la piel sobre los huesos y los cambiantes anillos que le finge el verdín. Como no me atrevo a tocarla, murmuro las pobres palabras de una pregunta, que ella adivina con la penetración que debe ser costumbre del mundo del cual vuelve. La respuesta a mi perplejidad es un quejido, que no sale de su boca sin labios, sino del cuerpo vacilante —Soy aquella a quien nunca besaste— y dejándome de lado reinicia la marcha, con el temblor de los carámbanos que la coronan.

Juan Carlos Ghiano
No. 105-106, Enero-Junio 1988
Tomo XVII – Año XXIII
Pág. 6