Se me apareció un prestidigitador y me dijo: si me das quinientos pesos te puedo enseñar un truco con el que asombrarás a tus amigos.
Aunque yo le debía confianza, por el hecho de haber surgido ante mí de la nada, el precio me pareció excesivo y así se lo hice notar. Sin embargo, no quise dejarlo ir sin conocer cuál era el truco. Más que nada para saber con qué podrían asombrarse mis amigos.
“Este”, me dijo, haciendo crujir en sus ágiles dedos un billete de quinientos pesos.
José Antonio Bernal
No. 75, Enero-Febrero 1977
Tomo XII – Año XII
Pág. 132