Amor

—Dime Mariaelena: ¿es verdad que me amas como a nadie? ¿Me quieres, no es cierto? ¿Es esa la real verdad, no?

La estatua lo miró con aire de compasión, y le dijo:
—¡Oh, vaya que es verdad, te amo como a nadie, te adoro, eres todo un Dios para mi!

Emocionado, el hombre abrazó a la estatua, tan fuerte como pudo, y ésta, que era de yeso, se deshizo poco a poco, hasta no ser más que un montón de polvo.

Dalia Maisner Bush (12 años)
No. 85, Enero-Febrero 1981
Tomo XIII – Año XVI
Pág. 505