Cuando Scheherezada concluyó su postrer relato, inclinó la frente hasta la espesa alfombra y dijo: “Dueño de mí, ahora os ruego que me perdonéis la vida si os he entretenido durante todo ese tiempo”.
Schariar no respondió. Por eso, ella osó levantar la mirada, y frente a sí sólo vio un monigote vestido de Sultán, casi pulverizado por la polilla.
José Barrales V.
No. 57, Febrero-Marzo- 1973
Tomo IX – Año IX
Pág. 575