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Y ahora, el estado del tiempo: Se espera un brusco ascenso de la temperatura en la meseta central del panorama político, con fuertes nublados en la perspectiva económica y chubascos aislados en el Congreso, la Federación Sindical y los gobiernos estatales. Se recomienda no salir a la calle sin paraguas, credencial del Partido y chaleco contra balas.

Guillermo Farber
No. 116, Octubre – Diciembre 1990
Tomo XIX – Año XXVII
Pág. 360

Orillas del Escamandro


Atravesaron en hondas naves el mar. Desembarcaron a orillas del Escamandro y durante diez años mantuvieron el sitio de la ciudad. Tras miles de combates y muertes penetraron en Troya mediante un ardid y la tomaron a sangre y fuego. Buscaron por todas partes a Helena. Al no encontrarla comprendieron que la causante de la guerra sólo había existido en la imaginación de un poeta ciego.

José Emilio Pacheco
No. 116, Octubre – Diciembre 1990
Tomo XIX – Año XXVII
Pág. 355

Im-pacto

El sosiego porfía. Poco a poco desciendo al brumoso territorio de los sueños hasta quedar suspendido en el borde de una pesadilla que me impulsa dentro de ella y me siento tragado por un sueño atroz. Creo volverme loco. No puedo desembarazarme de este sueño. De improviso un hombre pasa despreocupadamente a mi lado. Lo llamo y se detiene.
—Estoy soñando algo muy gracioso —le digo—; si lo quiere, se lo transfiero.
—¿Es gracioso?
—Muy gracioso.
—¿Me hará reír?
—¡Se lo aseguro!
—Lo acepto —dice complacido.
Le doy el sueño, contengo un vago temor y al ver que se aleja huyo ocultando mi trampa maliciosa. Pero a las pocas cuadras me detiene una interrogante. Más por curiosidad que por desagraviar mi culpa, regreso para ver si sufre con mi pesadilla. Ante mi asombro, lo escucho reír a carcajadas, tiene las manos en el estómago y se retuerce. Al advertir que lo sigo exclama:
—¡Gracias! ¡Gracias!
—¡Espere! Le grito, y una envidia contenida me hace preguntar:
—¿Le gusta mi sueño?
—¡Si! Es muy gracioso —responde.
—Bueno, le digo arrepentido, se lo presté por un rato. Ahora me toca a mí.
El hombre resignado me devuelve el sueño. Pero cuando lo recibo siento una pena que me circunda. Es mi mismo sueño atroz, una desgarrante pesadilla y de lejos escucho reír al hombre.

Ernesto Boccia
No. 116, Octubre – Diciembre 1990
Tomo XIX – Año XXVII
Pág. 352

Mutaciones


En el centro de la ciudad se levanta una estatua que cambia de forma. Por las noches representa a Diana, en el día asume la figura de Apolo. Si viste los atributos de Marte anuncia la guerra —tan claro y obvio es su simbolismo. Nadie se atreve a contemplarla más de un segundo, pues si ve en ella la imagen de Thánatos sabe que en pocas horas encontrará la muerte.

Quizá la estatua sólo existe en la imaginación de quienes creen verla. Pero hay fotografías de sus innumerables mutaciones. En otros tiempos hubo quienes osaron tocarla y, antes de morir, nos legaron su testimonio. Sea como fuere la estatua plural obsesiona a los habitantes de la ciudad. El rey quiso demolerla. El Concejo de Ancianos vetó la orden ya que, de acuerdo con la leyenda, cuando la estatua sea destruida se va a acabar el mundo.

José Emilio Pacheco
No. 116, Octubre – Diciembre 1990
Tomo XIX – Año XXVII
Pág. 349