El iniciado

Viajó en húmedas y tibias profundidades. Se sintió pez, ave y estrella. Existía, omnipresente, convertido en la plenitud de una dicha infinita.

Olvidado de su propio nombre, cruzó prodigiosas dimensiones, que lo llevaron a una profundidad azul; luego se sintió proyectado a una región tan luminosa como el día de su nacimiento. Su grito fue la jubilosa respuesta al ser iniciado.

La mujer sonrió al joven, diciéndole: “Ahora descansa, amor mío”

Roberto Bañuelas
No. 44, Julio – Agosto 1970
Tomo VII – Año VII
Pág. 615

Polígamo perdido

Ya comenzaban a circular las participaciones matrimoniales cuando invitó a su novia a la feria donde se exhibían monstruos y prodigios. Gustaron golosinas y rieron gracejadas, giraron en círculos y volaron como pájaros.

Su regocijo los llevó a la casa de los espejos, laberinto donde se multiplicaron en formas, colores y movimientos. Él, polígamo fatal de vocación, caminó espejos adentro abrazando a todas las mujeres iguales a su prometida.

Aunque ella logró salir después de penosas tentativas, él quedó prisionero en un lago de azogue, perdido en un harem de imágenes lucífugas.

Roberto Bañuelas
No. 44, Julio – Agosto 1970
Tomo VII – Año VII
Pág. 615