Dos hermanos caminaban errantes por la selva. Las arduas jornadas hicieron mella en uno, arrebatándole sus fuerzas. El otro, que lo amaba fraternalmente, quiso evitar la muerte de su hermano cortándose un poco de carne de donde más le sobraba. Sin que se diera cuenta el enfermo, tronchóse un trozo de nalga y, después de asarla, se la dio. Éste le preguntó la procedencia de tan exquisita carne, cuestión a la que el sano prefirió no contestar. El débil poco a poco recuperaba su fortaleza, gracias a los ocultos sacrificios de su amante hermano.
Pero sucedió que la pérdida de sangre del hermano dadivoso hizo que éste se desmayara. El antes enfermo lo revisó. Después de la sorpresa reflexionó. Ahora sabía de dónde el excelente guiso. Y sin pensarlo mucho, mató a su hermano y se lo comió.
Carlos Daniel Magaña Gracida
No. 80, Abril-Septiembre 1978
Tomo XII – Año XIII
Pág. 742