Historia de una corta noche

Magnesia y lavativas: aceite de ricino con jugo de naranja; sidral y atole de sagú. Sin embargo, yo seguía delirando y ardiendo en calentura por las noches.

Me martirizaba el cerebro el saber que un perro muerto, seguía la nave de Julio Verne y le daba la vuelta a la luna. También veía a Mandrake, El Mago, saliendo del País de Flora y entrando en Mecana; los veía tan cerca de mí, que casi podía tocarlos, pero no los podía despedazar como era mi deseo.

Llegó mi mamá a sacarme del tormento, me habló con cariño y me dio una cucharada de algo que me hizo dormir.

Cuando me sorprendió la mañana, estaba bañada en sudor y con la pijama mojada y arrugada; me levanté y me di un baño de regadera; me lavé los dientes, me puse calzones y pijama limpios; después, comencé a cepillarme el pelo. Vinieron por mi Mandrake y Narda; me llevaron al País de Flora, el que colinda con Mecana. Es de allá, de Mecana, de donde parten las naves que sueltan perros muertos más arriba del cielo.

Por eso no quise conocer Mecana y me quedé en Flora y,…estoy aquí… aquí estaré por los siglos de los siglos no importa que mis huesos se desbaraten en la tumba que mamá riega de lágrimas.

Hugolina Fink Pastrana
No. 54, Julio-Septiembre 1972
Tomo IX – Año IX
Pág. 203

Un huevo

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Un viajero encuentra en el campo a un personaje con una cabeza completamente lisa como un huevo, sin un solo rasgo. Aterrorizado sube a una carreta y le pide al campesino que arree el caballo de inmediato.

—¿Qué pasa? —le pregunta el campesino.

—Fue que vi a un hombre que tenía el rostro liso como un huevo.

—Entonces —respondió el campesino volviéndose— ¿tenía el mismo rostro que yo?

Anónimo japonés
No. 54, Julio-Septiembre 1972
Tomo IX – Año IX
Pág. 199

Tiempo recobrado

El alud se venía sobre él, sin embargo, bastaba un segundo para que se hiciera a un lado y corriera a refugiarse en los roquedales y pasado el peligro llegara a su casa y les contara el incidente y los abrazara jubiloso, tierno, alborozado por haber burlado la muerte, e irían después junto a la chisporroteante chimenea y hablarían hasta muy noche, de lo extremoso de las nevadas de este año, de la finitud de la vida, del amor, de la infancia, de la adolescencia, el encuentro con Flora, su esposa, y los años floridos del noviazgo y las nupcias, las campanas, el órgano, la noche de bodas, y la llegada del niño, Homero, sus primeras palabras, sus primeros pasos, del futuro, del más allá, de la muerte, del paraíso, del infierno, del dolor, de la noche, del sueño, y satisfechos se irían a dormir, tranquilos por la certidumbre de poder continuar sobre el carril de lo cotidiano, sin incidentes perturbadores; un segundo era suficiente, pero…

Pedro Crespo
No. 54, Julio-Septiembre 1972
Tomo IX – Año IX
Pág. 195

Infierno solar

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¿El infierno estará acaso en unas cavernas crispantes en donde “el que entra debe perder la esperanza” como dijo Dante, cavernas con sus planos en el centro de la tierra o estará para la depuración de las almas, en el fuego eterno?

El infierno está en el sol, en donde se genera la fuerza de la gravitación de este sistema planetario, y hacia donde convergen todas las almas que necesitan depuración por el fuego o el castigo eterno por sus culpas. Una vez que por la muerte se han separado del cuerpo inerte y se incorporan a las leyes cósmicas, por ahora inasequibles a los sentidos, son atrapadas por las fuerzas cósmicas, fuera de nuestro alcance y transportadas al fuego eterno, depurador o sancionador de culpas, sin necesidad de un juicio en que se juzgue el bien y el mal cometidos, pues el juicio y la valorización de las obras buenas o malas, se va operando automáticamente en el transcurso de la vida al efectuarse cada acto bueno o cada acto malo.

El infierno es el sol, el infierno está en el sol, área circunscrita dentro del sistema solar. Ahí está el fuego eterno y ahí irán a parar las almas de los réprobos.

Anónimo
No. 54, Julio-Septiembre 1972
Tomo IX – Año IX
Pág. 190