Citlali Ferrer

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Citlali Ferrer

 Nació en la ciudad de México en 1963. Narradora. Estudió danza y teatro en las escuelas del INBA. Obtuvo el premio en el Festival Internacional de Teatro en Nueva York, 1980; mención honorífica en el Concurso de Cuento de la Casa Universitaria del Libro, 1990 y otra en el concurso de Cuento Edmundo Valadés, Iztacalco-INBA, 1996. Fue becaria de Jóvenes Creadores, FONCA/Conaculta, en el área de Literatura, 1998-1999. Becaria de Apoyo a Residentes en Morelos, Conaculta/FONCA/Instituto de Cultura de Morelos, 2002-2003 Becaria de Artes por Todas Partes, 2005. Becaria de Intercambio de Residencias Artísticas, FONCA-Ministerio de Cultura de Colombia, 2006.  Actualmente es becaria del programa del FONCA-Instituto de cultura de Morelos, en la categoría de Creadores con Trayectoria. Ha colaborado en CastálidaCrónica 13, El BúhoEl ZaidExcélsiorLa Cuiria, Mala VidaPasto Verde, los suplementos Estado y Primera Fila del periódico Reforma,Revista de la Biblioteca de México y Universo del Búho. Parte de su obra se encuentra en diversas antologías como Jóvenes Creadores, 1999-2000, Conaculta/FONCA, 2000;Cuentos de otro tiempo y de otro lugarCuentos de amor y desamor, Editorial Gutemberg, Hidalgo, 2001; Desde el fondo de la gruta, UAEM, 2004; Trilogía poética de las mujeres en Hispanoamérica: Pícaras, Místicas y Rebeldes, Conaculta/FONCA, UAM, UNAM, BBVA, La cuadrilla de la Langosta, 2004; Antología  Cofradía de Coyotes, La Coyotera Editores, 2007;Cazadoras de Mariposas, antología de cuento breve, Cofradía de Coyotes 2009 y Ocho para escoger, Antología de cuento erótico, Cofradía de Coyotes, 2011. Imparte el Taller de Creación Literaria en la UAM-Xochimilco desde 2003 y en La Tallera Siqueiros desde 2003 ala fecha.  Profesora de Literatura en la Escuela de Escritores Ricardo Garibay de la SOGEM y en la Licenciatura de Artes Visuales del Centro Morelense de las Artes, de 2007 a la fecha[1].

[1] http://www.literatura.bellasartes.gob.mx/acervos/index.php/catalogo-biobibliografico/indice-geografico/mexico/ciudad-de-mexico/731-ferrer-citlali

Entrega

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En la tortería que hay junto al trabajo pido una Especial para llevar y un refresco enlatado. Me los ponen en una bolsa. Checo mi tarjeta y paso al mostrador de servicios, la secretaria me da la orden y las llaves de la camioneta.

La torta huele bien, pero nos tienen prohibido comer en horas de trabajo, así que me aguanto las ganas de probarla. Echo la bolsa en la guantera y pongo en marcha el motor para que se caliente. Veo cómo los muchachos bajan con cuidado por la rampa, las ruedas de la camilla rechinan. La caja se inclina por un momento pienso que se les vendrá abajo. Abro la cajuela y deslizan el pesado cajón. Golpetean la ventanilla y se van. Verifico el número de la carga con el de salida. Aseguro la puerta. Al ponerme el cinturón de seguridad siento que mi estómago se retuerce, está haciendo demasiado ruido. Salgo del estacionamiento y en la calle me espera una larga fila de coches que incluye un camión. Vamos despacio y con los faros prendidos. Durante el viaje como la torta y bebo el refresco, mientras se pone una luz roja estiro el brazo y me reclino para abrir el ataúd y deslizar mi mano sobre los pechos de la mujer.

Cruzo la reja y estaciono la camioneta. Abro la puerta trasera para que retiren la carga. Me apoyo en el cofre para fumar un cigarro y con un cerillo retiro los restos de comida de mis dientes.

Citlali Ferrer
Número 136 – 137, julio-diciembre 1997
Tomo XXIX – Año XXXIII
Pág. 141

Autorretrato

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Sé que puedo tocar el rostro dormido de mi madre y dibujar su imagen en segundos. Describir la sencillez que tanto admiro den mi padre; y las experiencias al convivir con siete hermanos. Pero yo, ¿quién soy?

Nací en San Gabriel, arcángel y vecino del ánima de Sayula; donde los montes y los cerros embriagan sus entrañas con la sabia de los magueyes. Ahí abro una ventana y me desnudo, avanzo y plasmo a una niña apiñonada de ojos obscuros e inquietos, que siguen el vuelo de las aves y despiertan en un tejabán rodeado de estrellas. Veo unos pies descalzos, que a los cinco años le presumen y le reclaman al río sus zapatos nuevos. Unas manos grandes que juegan con tepalcates y sostienen una muñeca de trapo, manos que hacen del suelo un pizarrón para enlazar las vocales.

Una ráfaga de viento recorre los caminos; es la niña que acompaña a los pájaros hasta la ciudad; busca su campo y cielo, crece, y dirige a los pequeños de primaria; vestida de blanco se entrega y atiende a los enfermos.

Se perfuma de azahares; su vientre enciende tres luces, trece años es esposa. Acude a los tribunales, firma en el frío su divorcio. Regresa a su pizarrón y busca su derrotero.

Marycruz Estrella
Número 136 – 137, julio-diciembre 1997
Tomo XXIX – Año XXXIII
Pág. 139

El viaje

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Cuando Laura echó marcha atrás en su memoria encontró muchos detalles que eran clara evidencia de la situación de Julio.

Aquella llamada misteriosa de una amiga que le prevenía de la enfermedad que él padecía, aquellas extrañas reacciones de su prometido en determinadas circunstancias, no pudieron hacerle pensar que había algo especial en su comportamiento.

Ella siguió adelante hasta ver realizado su deseo. El viaje de bodas había sido cuidadosamente planeado: lugares interesantes, visitas a museos, iglesias, conventos; sitios siempre viejos llenos de historia y de misterio.

La devoción de Julio por aquellos lugares parecía extraordinaria; hablaba todo el día del arte clásico nunca más superado. Las contínuas visitas a diversas iglesias y monasterios impregnaba el ambiente de un sutil pero ineludible misticismo en el que Julio parecía estar inmerso.

Pasaba largos ratos meditando sobre la naturaleza de las cosas; el bien, el mal, las debilidades humanas lo preocupaban demasiado.

Tal parece que hubiera querido encontrar de un solo golpe la respuesta a todas las interrogantes y cuestiones que desde siempre lo inquietaron.

Sus inquietudes y reacciones antes las situaciones cotidianas eran inexplicables. Sus temores se agudizaban y las medidas de precaución eran extremas: la vida representaba un gran peligro.

Pasadas tres semanas de viaje el aspecto de Julio se había transformado. El rostro demacrado revelaba su existencia atormentada.

Habían iniciado un viaje juntos del que Julio nunca más regresó.

Judith Maldonado
Número 136 – 137, julio-diciembre 1997
Tomo XXIX – Año XXXIII
Pág. 136

Recuerdos en mecedora

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El sonido monótono del ir y venir de la mecedora era casi lo único que se escuchaba en la calle. A lo lejos, como en un segundo plano, se oían los graznidos de los tordos anunciando la noche.

Rosaura se mecía en la terraza tratando de engañar al calor, que, ni por la hora parecía dispuesto a disminuir. Sabía que debía recordar algo importante, algo que estaba ahí, casi a la vuelta de algún rincón de su memoria. Desde temprano se despertó con la sensación de que debía preguntar algo a su hermana que, parada cerca de un pilar, atisbaba la esquina para ver quién regresaba del rosario.

Frunciendo el ceño hizo un nuevo esfuerzo y decidió dejar que el recuerdo se abriera paso a través de sus años. Tomó su tejido y empezó a hilar puntadas caprichosas para una blusa que llevaría al bazar de Semana Santa. Sus dedos recorrieron el hilo una y otra vez.

De pronto el vaivén cesó y con el mismo sobresalto de quien acecha una sombra de reojo a las seis de la tarde, recordó.

Radiante volvió el rostro hacia su hermana y ansiosamente preguntó:

—Adela, ¿cómo se llamaba papá?

Xochitl De San Jorge
Número 136 – 137, julio-diciembre 1997
Tomo XXIX – Año XXXIII
Pág. 135