Fantasmas


Londres, 16 de marzo —El mundo está lleno de fantasmas y la mayoría de ellos pueden estar en su propia casa. Esto se desprende de un estudio realizado recientemente por la revista Hers entre sus lectores, mas de 100,000, que además indica un cierto fervor fantasmal por los ingleses. Según la revista mensual, el 93 por ciento de los lectores que respondieron a un cuestionario sobre asuntos relacionados con lo sobrenatural aseguran haber visto uno o más fantasmas en su vida. Y el lugar elegido para las apariciones, según la mayoría de las respuestas, no es ya el viejo castillo o el camino oscuro, sino la propia casa de los cuestionados.

Agencia EFE
No. 100, Septiembre-Diciembre 1986
Tomo XV – Año XXII
Pág. 663

Neftalí Beltrán

Neftalí Beltrán

Nació en el puerto de Alvarado, Veracruz, el 16 de mayo de 1916. Murió el 17 de septiembre de 1996, en Veracruz, México. Estudió en la Ciudad de México los primeros años de la carrera de Leyes. Beltrán surgió como poeta del grupo Taller (1938-1941) con Efraín Huerta y Alberto Quintero Álvarez, entre otros. A lo largo de su vida incursionó en diversos géneros: guionista cinematográfico y de radio, adaptador de libretos, dramaturgo y autor de canciones de diversas películas del cine mexicano, como La guerra de los pasteles (1943), donde Mapy Cortés canta las coplas del escritor.

En 1936 publicó su primer libro de poesía Veintiún poemas. En 1938 fue director de la revista Poesía y colaboró en el Tercer Taller Poético de Rafael Solana y en Letras de México. En 1937 publicó Dos sonetos y Canto de viento.

Como dramaturgo realizó su debut en 1940 en el grupo de repertorio Teatro de medianoche, dirigido por Rodolfo Usigli con la obra A las siete en punto. De su autoría también fueron La muralla estrenada en 1958 y La señora Narciso (de la que no se conoce si fue representada).

En 1941 salió a la luz Poesía y el que fuera considerado su primer gran libro, Soledad enemiga. En 1953 se imprimió el libro Algunas canciones de Neftalí Beltrán. En 1954 ingresó ala Secretaríade Relaciones Exteriores, como canciller y fue enviado a Río de Janeiro, Brasil, donde permaneció y fue ascendido a vicecónsul. Este cargo lo desempeñó durante 12 años. En 1966, ascendido a cónsul, fue trasladado a Europa. Estuvo en Portugal, Holanda, Italia y Polonia por 17 años. En 1978 publicó Poesía completa 1936-1977. En 1982 en Milán, Italia, escribió Fotografías (en la cual describe imágenes fotográficas, donde él aparece desde que era niño).

Para celebrar sus 50 años como poeta, la Universidad Veracruzana publicó, en 1986 Veintiún poemas dispersos. En este mismo año trabajó en la embajada de México en Buenos Aires. Al jubilarse del servicio exterior regresó a México. En 1995 recibió una beca del Consejo Estatal parala Culturay las Artes de Veracruz con la cual terminó de escribir Diez décima. (Neftalí Beltrán, 1916 – 1996. Por Ángel José Fernández. Unomásuno. Sección Cultural, 19 de septiembre de 1996. P. 21)

Trabajó para una treintena de películas, para las que escribió argumentos, adaptaciones y letras para canciones, entre las que se encuentra La red (1953) que dirigió Emilio Indio Fernández, película ganadora de la Palmade Oro en el Festival de Cannes en ese mismo año. (Falleció Neftalí Beltrán (…), La Jornada.20 de septiembre de 1996. P. 30)[1]

 

Ulises


Mucho han hablado de mis aventuras marinas y sólo diré ahora que no soy ningún Jonás. Se ha comentado también mi prudencia y por eso diré que no soy, como en alguna ocasión se ha dicho, el padre de la náutica, lo cual vino a costarme un serio disgusto con Noé que, como es bien sabido, fue el primer varón que tuvo el valor de reunir, navegando, a todo un respetable congreso.

Parece que esto lo ignoran todos los juglares de mi tiempo, cosa en parte perdonable, ya que casi siempre el juglar delira sin hacer el menor caso de la realidad y haciéndolo de la naturaleza.

Mi padre no fue Laertes, a quien cándidamente me adjudican los historiadores, sino un alemán vendedor de salchichas en el ágora.

Entonces no se había estudiado la ley de la herencia, pero ahora que la Biología pretende estar tan adelantada en ese campo, pienso que tal vez fue mi sangre alemana la que no me dejó ir detrás de las sirenas. Si viviera en el siglo XX, aquí entre ustedes, creo que no me quedaría otro papel que el del profesor de Ética en alguna Universidad Norteamericana.

Por prudencia no hablaré de Penélope y menos aún de Simbad el marino.

Neftalí Beltrán
No. 100, Septiembre-Diciembre 1986
Tomo XV – Año XXII
Pág. 659

Cortazariana I

Se para uno frente al objetivo a una distancia tal que no quede ni más allá del brazo ni más acá del codo. El punto crítico debe quedar exactamente en la medianía de la línea teórica longitudinal del cuerpo. Este, al principio, queda erguido, las piernas semiabiertas repartiendo el peso en ambas. Ya en la acción, la espalda debe estar semiarqueada a fin de que el plano vertical del rostro pueda bajar a voluntad sin perder el paralelismo en relación con su posición original. La mano izquierda —si se es diestro— puede apoyarse en la jamba izquierda o zona próxima a ella. Generalmente se debe tener la previsión de ponerse de acuerdo con el vecindario para tener prendida una lámpara cuando vaya menguando la luz del día. Se mete la mano al bolsillo derecho y se toma la llave entre los extremos de los dedos índice y pulgar, aprisionándola por el extremo romo y apuntando por el extremo agudo hacia delante. Se debe tener cuidado de que los dientes de la llave queden hacia abajo. Aunque se ha dado el caso de que los dientes hayan de quedar para arriba. Se introduce la llave y se hace girar con movimiento de muñeca aproximadamente 180º. El aflojamiento de la tensión de la puerta y/o el conocido “clic” nos indicará que ya puede entrar.

Manuel León Mendoza
No. 100, Septiembre-Diciembre 1986
Tomo XV – Año XXII
Pág. 658

La pérdida

Una mañana de primavera Jorge vio a las hadas: tenían alitas azules y blancas y en las cabezas minúsculas coronas de rosas aún más pequeñas. Volaban entre los arbustos, se columpiaban en las hortensias múltiples y en las azaleas y reían cuando sus translúcidos vestidos se irisaban salpicados por gotas de rocío.

Atestiguó cómo, a la manera de las abejas y las mariposas, llevaban miel y polen entre los labios delicados e imaginó sus lentos y leves paseos por los arcoiris surgidos en tardes de lluvia. No podía guardar para él solo su descubrimiento y, saltando por la inminencia de su revelación, se acercó:

—¡Papá, las hadas están en el jardín!

El padre lo miró con disgusto.

—Las hadas no existen, ¿cuándo te harás hombre?

Jorge se retiró tratando de no llorar; su madre lo abrazó y le dijo:
—Yo también las vi, eran preciosas.

Pero él, soltándose lentamente, la miró con tristeza porque sabía que ella había mentido.

Lilia Osorio
No. 100, Septiembre-Diciembre 1986
Tomo XV – Año XXII
Pág. 652