Fantasmagorías


Desde muy joven —lo confieso—, me han gustado los fantasmas. Me apasionaban las historias de sus desventuras.

Hoy —lo confieso—, aproximándose la hora de convertirme en uno, ya no me gustan tanto.

Eliseo Diego
No 79, Septiembre 1977-Marzo 1978
Tomo XII – Año XIII
Pág. 606

El que está escondido y espera


El que está escondido y espera asoma su rostro macilento, cansino, no precisamente estragado, pero más bien cetrino, o por qué no olivaceo, aunque podría ser también aceitunado, que asimismo puede decirse. Aunque se dicen tantas cosas. Siempre hagas lo que hagas te van a criticar. Te la van a dar con todo. La gente es mala. Retomo el hilo. Estábamos en que asoma su rostro macilento por detrás del biombo. Entonces el biombo se cae. Al caerse se caen también todas las flores pintadas en el biombo, todos los pájaros, todos lo lotos, todos los japoneses.

Es entonces, en ese preciso instante, cuando todos los tintoreros abandonan a la sanfasón todos los pantalones en las planchas y corren, corren y corriendo a alcanzar todas las flores, todos los pájaros, todos los lotos.

Entonces, el que está escondido y espera se da cuenta de que ya no está escondido puesto que el biombo no está ya entonces se dice a sí mismo “que espero”. Y entonces va, abre la puerta y corre detrás de las flores, detrás de los pájaros, detrás de los lotos.

Isidoro Blastein
No 79, Septiembre 1977-Marzo 1978
Tomo XII – Año XIII
Pág. 603

Rafael Menjívar Ochoa

Rafael Menjívar Ochoa

(San Salvador, 17 de agosto de 1959 – 27 de abril de 2011)

 Fue un escritor, periodista, traductor salvadoreño. Su padre, el economista Rafael Menjívar Larín, era rector de la Universidad de El Salvador cuando el ejército la ocupó en 1972 y lo exilió hacia Nicaragua. El resto de la familia abandonó el país en enero de 1973 hacia Costa Rica, donde se reunió con el padre. En 1976 se instalaron en México, donde Menjívar Ochoa vivió durante veintitrés años. Estudió música, teatro y letras inglesas.

En 1999 se instaló en El Salvador, donde en 2001 se convirtió en Coordinador de Letras (director de literatura) y en 2001 fundó La Casa del Escritor, proyecto para la formación de escritores jóvenes, ubicado en la que fuera casa de Salvador Salazar Arrué (Salarrué). Pertenece a la llamada «Generación del Cinismo» o «Generación del Desencanto», junto con Horacio Castellanos Moya, Jacinta Escudos y Miguel Huezo Mixco, entre otros que comenzaron su producción literaria en la época de la guerra. Fue compañero de vida de la poeta salvadoreña Krisma Mancía.[1]