El que está escondido y espera asoma su rostro macilento, cansino, no precisamente estragado, pero más bien cetrino, o por qué no olivaceo, aunque podría ser también aceitunado, que asimismo puede decirse. Aunque se dicen tantas cosas. Siempre hagas lo que hagas te van a criticar. Te la van a dar con todo. La gente es mala. Retomo el hilo. Estábamos en que asoma su rostro macilento por detrás del biombo. Entonces el biombo se cae. Al caerse se caen también todas las flores pintadas en el biombo, todos los pájaros, todos lo lotos, todos los japoneses.
Es entonces, en ese preciso instante, cuando todos los tintoreros abandonan a la sanfasón todos los pantalones en las planchas y corren, corren y corriendo a alcanzar todas las flores, todos los pájaros, todos los lotos.
Entonces, el que está escondido y espera se da cuenta de que ya no está escondido puesto que el biombo no está ya entonces se dice a sí mismo “que espero”. Y entonces va, abre la puerta y corre detrás de las flores, detrás de los pájaros, detrás de los lotos.
Isidoro Blastein
No 79, Septiembre 1977-Marzo 1978
Tomo XII – Año XIII
Pág. 603